miércoles, 27 de abril de 2016

CONCLUSIÓN


Tomando como referencia los modelos de las cárceles en España y comparándola con la situación actual, podemos deducir que, en este sentido, las instalaciones carcelarias han tenido un gran avance. Si bien es cierto, en muchos casos, estos avances se deben desarrollar más. Las madres que permanecen con sus hijos dentro de ellas, ahora pueden aprovechar instalaciones específicas que favorecen el buen desarrollo de los menores en sus primeras etapas de vida. Anteriormente este aspecto no se tenía en cuenta.

Desde el momento en el que las madres conocen su futura maternidad, la decisión que tomen acerca de sus hijos, les marcará su encierro en la prisión. Si deciden quedarse junto a ellos, se sentirán culpables por privar a sus hijos de una vida libre y de castigarlos al aislamiento con ellas. Si por el contrario, deciden que éstos permanezcan alejados de ellas, se está vulnerando el derecho de estos hijos a crecer con un vínculo materno-filial. Por lo tanto, cualquier decisión que se tome al respecto puede marcar la vida de esa familia.

La decisión de quedarse junto a sus hijos no es fácil, pero han de ser conscientes de que, transcurrido los tres años, llegará el momento de la separación. En ese momento se proporcionarán distintos apoyos tanto a los padres como a los hijos, no obstante, cualquier sustituto de la familia natural, puede desencadenar en problemas futuros para el menor.

A continuación, nos vamos a centrar en las ventajas e inconvenientes que consideramos destacables.
La reducción en la edad de salida de los menores de los centros se considera un aspecto positivo para el desarrollo psicosocial puesto que comienzan la etapa de escolarización obligatoria, al mismo tiempo que los demás niños, sin entorpecer su proceso de socialización. Así mismo, consideramos importante que el menor pueda permanecer con la madre en su periodo de lactancia, garantizando el derecho de la madre de amamantar a su hijo y reforzando el vínculo materno-filial. Por otro lado, se mantienen cubiertas las necesidades psicosociales y médicas de forma periódica a través de distintos profesionales, así como sus necesidades materiales.

No obstante, los niños pagan las consecuencias de este encierro. El desarrollo y aprendizaje se realiza de una forma más tardía, ya que en la cárcel están siempre sometidos a los mismos estímulos. Bajo la Ley, los niños pueden salir los fines de semana y en periodos vacacionales, pero no son tantas como para perder la relación con la realidad social que se encuentra en el exterior.

De la misma manera, existe una dificultad añadida en aquellos niños  de origen extranjero, debido a la falta de redes de apoyo. Por otra parte, las madres pueden utilizar estos embarazos (dentro de prisión o justo a su entrada) para adquirir ciertos beneficios.

Por todo esto, nos resulta difícil posicionarnos firmemente en una de las dos posturas, ya que entra en juego las circunstancias de vida de las reclusas y las decisiones que tomen influyen y repercuten directamente en el bienestar de estos menores.

Consideramos que el papel del trabajador social es crucial. Su labor en estos casos es facilitar el vínculo con el resto de familiares y redes de apoyo que se encuentren en el exterior, sin olvidar la importancia de una buena relación con la/el madre/padre. Además de detectar necesidades sociales e intervenir en ellas, realiza un seguimiento a lo largo de todo el proceso. Se coordinará  con otros profesionales para dar una respuesta integral a la situación. También debe preparar la salida del centro tanto con la madre como con el hijo, con la finalidad de amortiguar el choque emocional y una correcta integración.

Cierto es que se presentan dificultades en la intervención, ya que el profesional debe regirse por las leyes y éstas se contradicen, por lo tanto, su actuación se encuentra limitada y desamparada. En algunos casos, para satisfacer las necesidades sociales, debe esquivar las leyes y actuar al margen de ellas, lo que puede provocar un conflicto ético al profesional.


Para concluir, con la entrada en prisión, no sólo se está castigando a la persona, sino que toda su familia y entorno quedan  condenados al instante, más en especial, los hijos.




Referencias bibliográficas:

Jarbardo, M. (1993) Mujer y sus hijos en prisión. Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología, San Sebastián, Nº7.

Merino, S. Madres e hijos víctimas de la institución. Valladolid. Facultad de Educación  de Palencia.

Páginas web:

Consultada el 22 de abril de 2016.
https://psicologiaymente.net/desarrollo/teoria-del-desarrollo-psicosocial-erikson Consultada el 31 de marzo de 2016.




miércoles, 6 de abril de 2016

NUDO


Retomando las preguntas que planteamos en el post anterior, vamos a centrarnos en los factores que tienen incidencia tanto en el menor como en sus progenitores.

¿Cómo son las madres reclusas?
Es interesante tener en cuenta que, el perfil de madres que entran en la cárcel, son mujeres con un bajo nivel socioeducativo. Suelen ser analfabetas, obligadas a recurrir a una vida de prostitución y/o drogas, pertenecientes al último escalafón de la sociedad, donde acaban con una pena larga de prisión por tráfico de drogas o robos agravados. Mujeres que no están protegidas y que están destinadas a llevar este tipo de vida y que acaban teniendo varios hijos.






En comparación con la población en general, existe un bajo porcentaje de mujeres embarazadas en cárceles, ya que esta experiencia suele ser desagradable, no conocen la fecha del parto, se encuentran solas y sin apoyo de ningún familiar. Con estas circunstancias, pueden llegar a sufrir depresión postparto. Al conocer la noticia de su futura maternidad, deben tomar la decisión de qué ocurrirá con su bebé.

Tradicionalmente, son las madres las que se quedan a cargo del hijo. Esta visión quedaría sustentada por el factor biológico, debido a que en muchas ocasiones se requiere un periodo de lactancia y son ellas las primeras en crear un vínculo con el menor. Este vínculo es fundamental para el bienestar psicosocial del menor, puesto que favorece el desarrollo de aspectos motores, sociales, del lenguaje y de la personalidad. Sin embargo, ¿qué ocurre con los padres? Si tenemos en cuenta, los factores culturales, los hombres tradicionalmente salían a trabajar mientras que las mujeres se quedaban al cuidado de los hijos y el hogar. Pero esta perspectiva enmarcada en una sociedad moderna queda obsoleta. Si las tradiciones cambian ¿por qué ellos no pueden tener los mismos derechos en relación a sus hijos?

La decisión de quedarse con su hijo dentro de prisión, no es fácil para las madres. Si bien, muchas mujeres optan por quedarse con sus hijos para favorecer el vínculo y amor entre ellos. No obstante, otras lo hacen  debido a la inexistencia de familiares fuera que puedan hacerse cargo del menor. Sin embargo, cabe destacar que muchas otras tienen a sus hijos por sentirse útiles en relación al género y  hacer más llevadera la condena. De esta forma, se destaca el egoísmo  de  la madre y la intención de poder disfrutar de los  beneficios en los módulos de madres, a los que no podría acceder de no ser por tener un hijo.

Como exponemos, esta decisión no resulta fácil. Se culpabilizan constantemente de cualquier problema que pueda sufrir el menor y son consideradas como “malas madres”. Se responsabilizan de las carencias que padecen sus hijos por encontrarse en la cárcel, privándoles de su libertad y de entornos más diversos para el correcto desarrollo del menor. Estos sentimientos no son favorecedores sus días entre rejas.





¿Qué ocurre pasados los tres años en los que madre e hijo permanecen juntos?
Cuando el/la menor cumple el límite de edad en la cárcel, tiene que separarse de la madre y cambiar de hogar con otros familiares o, en su defecto, se deriva a servicios sociales. Se debe evaluar cuáles son las condiciones que le esperan y, sobre todo, prepararle para la separación con su madre utilizando juegos, títeres, cuentos análogos, hasta que vaya asimilando la nueva situación. Además de preparar a la madre con orientación psicológica, pedagógica y social. Los niños pueden verse afectados por la separación con la madre, por lo tanto, es importante acompañarle y tener una actitud comprensiva para la buena evolución psicosocial de éste.   El papel de las relaciones paterno-materno-filiales es fundamental para el desarrollo psicosocial de los menores y cualquier sustituto de la familia natural resulta, por regla general, problemático. (Naredo, 2012, p.269).

Los familiares de una interna pueden acoger al menor durante el tiempo de la condena de su madre, para ello deben reunir una serie de requisitos regulados por el Código Civil, para así conseguir la guarda administrativa del menor. En casos en los que no haya familiares que no se puedan hacer cargo del niño, se haría cargo de él la Comunidad Autónoma donde se encuentre, pasando a vivir de forma institucionalizada. Esta nueva forma de vida para el niño, tras pasar tres años con la figura materna, es un cambio drástico que provoca diferentes alteraciones en el aprendizaje, la formación de la personalidad y un sustento emocional.


Bibliografía:

Jarbardo, M. (1993) Mujer y sus hijos en prisión. Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología, San Sebastián, Nº7.
Merino, S. Madres e hijos víctimas de la institución. Valladolid. Facultad de Educación  de Palencia.
Naredo

https://psicologiaymente.net/desarrollo/teoria-del-desarrollo-psicosocial-erikson