Retomando las preguntas que planteamos en el post anterior, vamos a centrarnos en los factores que tienen incidencia tanto en el menor como en sus progenitores.
¿Cómo son las madres reclusas?
Es interesante tener en cuenta que, el perfil de madres que entran en la cárcel, son mujeres con un bajo nivel socioeducativo. Suelen ser analfabetas, obligadas a recurrir a una vida de prostitución y/o drogas, pertenecientes al último escalafón de la sociedad, donde acaban con una pena larga de prisión por tráfico de drogas o robos agravados. Mujeres que no están protegidas y que están destinadas a llevar este tipo de vida y que acaban teniendo varios hijos.
En comparación con la población en general, existe un bajo porcentaje de mujeres embarazadas en cárceles, ya que esta experiencia suele ser desagradable, no conocen la fecha del parto, se encuentran solas y sin apoyo de ningún familiar. Con estas circunstancias, pueden llegar a sufrir depresión postparto. Al conocer la noticia de su futura maternidad, deben tomar la decisión de qué ocurrirá con su bebé.
Tradicionalmente, son las madres las que se quedan a cargo del hijo. Esta visión quedaría sustentada por el factor biológico, debido a que en muchas ocasiones se requiere un periodo de lactancia y son ellas las primeras en crear un vínculo con el menor. Este vínculo es fundamental para el bienestar psicosocial del menor, puesto que favorece el desarrollo de aspectos motores, sociales, del lenguaje y de la personalidad. Sin embargo, ¿qué ocurre con los padres? Si tenemos en cuenta, los factores culturales, los hombres tradicionalmente salían a trabajar mientras que las mujeres se quedaban al cuidado de los hijos y el hogar. Pero esta perspectiva enmarcada en una sociedad moderna queda obsoleta. Si las tradiciones cambian ¿por qué ellos no pueden tener los mismos derechos en relación a sus hijos?
La decisión de quedarse con su hijo dentro de prisión, no es fácil para las madres. Si bien, muchas mujeres optan por quedarse con sus hijos para favorecer el vínculo y amor entre ellos. No obstante, otras lo hacen debido a la inexistencia de familiares fuera que puedan hacerse cargo del menor. Sin embargo, cabe destacar que muchas otras tienen a sus hijos por sentirse útiles en relación al género y hacer más llevadera la condena. De esta forma, se destaca el egoísmo de la madre y la intención de poder disfrutar de los beneficios en los módulos de madres, a los que no podría acceder de no ser por tener un hijo.
Como exponemos, esta decisión no resulta fácil. Se culpabilizan constantemente de cualquier problema que pueda sufrir el menor y son consideradas como “malas madres”. Se responsabilizan de las carencias que padecen sus hijos por encontrarse en la cárcel, privándoles de su libertad y de entornos más diversos para el correcto desarrollo del menor. Estos sentimientos no son favorecedores sus días entre rejas.
¿Qué
ocurre pasados los tres años en los que madre e hijo permanecen juntos?
Cuando
el/la menor cumple el límite de edad en la cárcel, tiene que separarse de la
madre y cambiar de hogar con otros familiares o, en su defecto, se deriva a
servicios sociales. Se debe evaluar cuáles son las condiciones que le esperan
y, sobre todo, prepararle para la separación con su madre utilizando juegos, títeres, cuentos análogos, hasta
que vaya asimilando la nueva situación. Además de preparar a la madre con
orientación psicológica, pedagógica y social. Los niños pueden verse afectados
por la separación con la madre, por lo tanto, es importante acompañarle y tener
una actitud comprensiva para la buena evolución psicosocial de éste. El papel de las relaciones
paterno-materno-filiales es fundamental para el desarrollo psicosocial de los
menores y cualquier sustituto de la familia natural resulta, por regla general,
problemático. (Naredo, 2012, p.269).
Los
familiares de una interna pueden acoger al menor durante el tiempo de la
condena de su madre, para ello deben reunir una serie de requisitos
regulados por el Código Civil, para así conseguir la guarda administrativa del
menor. En casos en los que no haya familiares que no se puedan
hacer cargo del niño, se haría cargo de él la Comunidad Autónoma donde se
encuentre, pasando a vivir de forma institucionalizada. Esta nueva forma de
vida para el niño, tras pasar tres años con la figura materna, es un cambio
drástico que provoca diferentes alteraciones en el aprendizaje, la formación de
la personalidad y un sustento emocional.
Bibliografía:
Jarbardo,
M. (1993) Mujer y sus hijos en prisión. Cuaderno del Instituto Vasco de
Criminología, San Sebastián, Nº7.
Merino, S.
Madres e hijos víctimas de la institución. Valladolid. Facultad de
Educación de Palencia.
Naredo
https://psicologiaymente.net/desarrollo/teoria-del-desarrollo-psicosocial-erikson
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